¿Qué es la ciudadanía?
El concepto ciudadanía se viene hablando
desde la modernidad, asociada a la noción de
derechos naturales del hombre como libertad, igualdad ante la ley y el
derecho a la propiedad.
Luis
Rigal argumenta que La Ilustración, plantea
la cuestión de la ciudadanía en forma ampliada, es decir, se extiende a
los no propietarios, “…La cuestión de la
ciudadanía aparece por lo tanto como una cuestión educativa…” (Rigal. L. 2008.
P.25.)
De
esta manera, la escuela adquiere central
relevancia para la formación de los ciudadanos.
Según Sandra Carli, desde la
modernidad la escuela ha buscado la
homogeneización, la civilización de sus alumnos, la estigmatización de los
sujetos, a partir de los dispositivos de disciplinamiento de los cuerpos,
etc.
En diferentes momentos históricos, el concepto
ciudadanía se ha ido modificando. Es por
ello, que en América Latina entre las
décadas de los ‘70 y ’80, surgieron movimientos sociales que al verse afectados
en su condición ciudadana, se organizaron para reivindicar sus derechos.
Es durante los ’90 que el
movimiento social comienza a complejizarse, más allá de que había un
claro intento por parte del Estado en mantener a la “ciudadanía pasiva”, controlada y dentro de un orden
social que no altere el statu quo.
Sin embargo, se hicieron presente múltiples
acciones colectivas con fuerte
resistencia. Rigal sostiene que se fue
construyendo un nuevo concepto de ciudadanía,
“La ciudadanía colectiva”, que
dieron lugar a espacios de lucha, en reivindicación de los derechos sociales.
Coincido con el autor, que para la construcción de una ciudadanía colectiva
activa, es necesario el empoderamiento, esto significa que “…existe
empoderamiento en la medida que la autonomía que logre el sujeto sea individual
o colectivo, redunde en un aumento de su poder para influir en la toma de
decisiones centrales de la sociedad en que vive…” (Rigal, L. 2008, p. 37)
Asimismo
se redefine la noción de democracia,
entendida como democracia radical, en la que
desaparece la noción de sujeto meramente individual, y se abre el camino
al reconocimiento de antagonismos fundados a partir de diferentes posiciones
del sujeto.
Se trata de entender a la democracia a partir
de la articulación de diferencias y
la eliminación de todas las formas de
subordinación.
Desde esta concepción, se busca que los ciudadanos se organicen
colectivamente, desarrollen una
conciencia crítica, y en este sentido la
escuela es central, teniendo en cuenta que la educación contribuye a la
formación de ciudadanos y la escuela no sólo debe transmitir contenidos sobre
democracia y ciudadanía, sino también recuperar y valorizar prácticas democráticas de diversos actores colectivos como por ejemplo los movimientos sociales.
Sandra
Carli argumenta que la escuela sigue
siendo el lugar de transmisión de una visión del mundo parcial y arbitraria que no es la “verdad”, sino una construcción
histórica, que de todas manera debe transmitirse con fuerza de verdad. No
obstante, hoy más que nunca la escuela es
un lugar de formación cultural y también de distribución
cultural heterogénea, por eso es necesario pensar en procesos y modos
de democratización que contribuyan al
real acceso del saber como una forma de politizar los usos del saber.
Si bien la escuela, es concebida como un espacio en el que se brinda a los estudiantes una formación, y preparación
particular para el desarrollo en la vida social, lo fundamental sería dar poder al sujeto social, estimulando y propiciando
espacios de autonomía que contribuyan a fomentar el empoderamiento del que nos habla Luis Rigal.
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